La ciudad de Reims está a 143 km de París, algo así como una hora y monedas de tren. En auto todavía un poquito menos. Si bien la ciudad no es muy grande, su principal atractivo se divide en dos: Por un lado, La catedral de Nuestra Señora de Reims (en francés, Cathédrale Notre-Dame de Reims), construída en el siglo XIII, uno de los edificios góticos de mayor importancia en Francia, por su extraordinaria arquitectura, por su riquísima estatuaria y por haber sido el lugar donde fueron coronados todos los Reyes de Francia. Notre Dame de Reims es aun más imponente que su hermana situada en París. Sin dudas un imperdible que es obligatorio conocer.
Por otro lado, la ciudad posee más de 200 km de túneles que guardan millares de botellas a una profundidad que varía entre los 20 y 40 metros, según se trate de cavas subterráneas o “Les Crayères”, alucinantes minas de donde los romanos extraían la piedra caliza que utilizaban en sus construcciones. Sólo 5 bodegas se reparten el legado romano de “Les Crayères”, las demás si bien poseen cavas subterráneas, las mismas fueron fabricadas mucho más acá en el tiempo y para esta finalidad.
Veuve Clicquot, uno de los emblemáticos champagnes de Reims, posee alrededor de 24 km de estos túneles romanos interconectados. Al comenzar la visita descendimos por una escalinata unos 35 metros. El clima se volvía más frío y húmedo, y de pronto al mirar hacia arriba entendimos la diferencia entre “Les Crayères” y túneles: estábamos literalmente en una ciudad subterránea, donde había espacios generosos allí donde las pasadizos desembocaban: canteras cretáceas galorromanas. Este lugar, fue realmente utilizado como ciudad en las guerras, ya que la gente se refugió aquí y la vida de las personas transcurría sin salir al exterior. Varios de estos “salones”, funcionaron en esa época como hospitales, y aún se ve la cruz en la pared pintada que indica este uso.
Viniendo más acá en el tiempo, quienes trabajan más de 40 años aquí, poseen una placa en alguno de estas canteras con y les da el derecho a utilizar ese espacio para disfrutar o festejar con sus amigos y familiares cuando deseen. En el recorrido, logicamente fuimos conociendo la historia y el método del pupitre de remuage que la Veuve Clicquot ideó. Dicha técnica consistía en girar las botellas para colocarlas cada día un poco más inclinadas. De este modo, todos los sedimentos se depositaban en el cuello de la botella, para ser expulsados en el proceso de degüello.
Actualmente muchas casas ya tienen automatizado este proceso pero en el Veuve Clicquot se sigue haciendo de manera manual siguiendo esta técnica inventada por una mujer viuda, que le valió el título de Gran Dama del Champagne. Supimos también que fue ella, quien quiso empezar a poner etiquetas en las botellas, antes el champagne no la tenía. Y fue justamente amarilla porque en San Petersburgo, Rusia, donde más exportaban en aquella época, todas las casas eran amarillas y como un modo de gratitud, decidió este color que hoy es el emblema de esta marca.
Seguimos recorriendo entre millones de botellas que esperan su momento, vemos una que nos llamó la atención; se encontraba dentro de una celda y parada en un atril. Fue una de las 47 botellas de Veuve Cliquot que se rescataron de un naufragio que data de 1840, en el mar Báltico, en Julio de 2010. Nos cuentan aquí, que varias de esas botellas se encontraron en perfecto estado de conservación y su contenido era aún bebible. Un dato que corrobora el lema que Madame Cliquot impuso en su tiempo: Una sola calidad, la mejor.
Luego de la historia del naufragio, nos diponemos a abandonar el mundo subterráneo y la escalera que nos depositará en la superficie tiene en cada uno de sus escalones de piedra, grabado un año. Esto se debe a los años en los que la cosecha fue de lo mejor. Cuando esto sucede, significa que ese año se podrán hacer los champagnes llamados “vintage” y “La grande Dame” la máxima expresión de Veuve Cliquot, realizado exclusiva y únicamente con uvas de estos años excepcionales.
Al volver a la superficie el clima vuelve a ser más benigno y nuestro anfitrión nos introduce en una ceremonia a la que no le perdimos detalle, con una gran
destreza fue descorchando silenciosamente un Vintage Rosé 2008 primero y La Grande Dame 2006 después. Dos champagnes muy distintos pero sin dudas para aplaudir de pie.
Vintage Rosé 2008. La percepción histórica siempre fue que el rosé era de inferior calidad que el champagne tradicional, pero botellas como estas nos hacen cambiar totalmente de opinión. Con aromas amaderados, vanillas y notas tostadas elevan este champagne de color rosa brillante de abundantes notas de frutos rojos en el que la Pinot Noir se combina con las notas cítricas del Chardonnay consiguiendo un resultado delicado y sedoso en boca.
“La Grande Dame 2006” es como una gota de un Océano, ya que su producción representa menos del 1%. Generalmente se hace menos de este producto que un “Vintage” como el Rosé 2008 que acabábamos de degustar. La Grande Dame es una edición especial, más rara que un “vintage”. En nariz revela un afrutamiento de elevada nobleza (durazno blanco y bergamota) y notable intensidad. Al agitarlo, su bouquet se vuelve goloso y voluptuoso, con notas de nougat y jazmín. En boca, es carnoso y con cuerpo. Su textura es crujiente y sedosa. Su final es fresco y generoso. Luego de esta magnífica degustación nos perdimos en la Boutique Shop donde se puede adquirir logicamente cualquiera de los champagnes. Pero lo mejor son los productos asociados al champagne y que generan un merchandising esplendoroso.
Salimos de allí con una sensación de felicidad que no es posible describir, pero nada tenía que ver con mi cumpleaños, que era justamente durante ese inovidable día.
Veuve Cliquot es sin ningún tipo de dudas una de las bodegas a visitar en Reims. Su patrimonio, su excelencia y su contenido hacen de este lugar algo mágico.