El destino elegido para la vuelta a las pistas (literalmente a las pistas ya que no tomábamos un avión hacía casi un año, y eso ya es una capítulo aparte para una próxima nota), fue México y sus mejores playas.
Antes que nada, debo confesar que no sabía muy bien con que me iba a encontrar, sabía que Palmaïa iba a ser algo increíble, un resort sobre la playa, en la Riviera Maya, que era muy distinto a todo, sustentable y cuyos menúes eran a base de plantas, pero realizados por chefs muy reconocidos. La idea de probar y conocer algo distinto, resultaba tentador.
Al llegar fuimos recibidos con el saludo particular del team Palmaïa: las dos muñecas juntas, abriendo las manos en forma de flor, acompañando con una leve inclinación y siempre mirando a los ojos. Lejos del smoking o el atuendo típico tropical, nos recibieron enfundados en géneros sueltos y teñidos artesanalmente que ya nos indicaban un servicio diferente.
Nos colocamos las pulseras con dijes negros y una pieza de madera con el logo tallado que además de identificar al resort, abrirían la puerta de la suite con un chip incorporado tan sólo acercándola a su picaporte. Detalles manos libres y “covid friendly” que vimos por doquier.. Todas las habitaciones son suites que dan hacia la playa, de manera que la vista, con diferentes alturas, es inigualable. En el caso de las de planta baja, poseen el plus de tener el acceso directo a las piscinas.
Luego de acercar la pulsera a la puerta de nuestra suite, la magia apareció.
ARQUITECTOS DE LA VIDA
Si bien sabíamos que aquí no tendríamos las típicas clases de zumba o aqua gym de los all inclusive, tampoco imaginábamos lo que este primer día nos ofrecía: a las 8 am, Hatha Yoga en el Ritual Deck, a las 10 am, Art Class en el Mushroom, a las 11 am, Awakening Ritual en el Ritual Deck, a las 3 pm, Mantras en el Ritual Deck y a las 4 pm Meditation en el Ritual Deck… Nos miramos intrigados y sorprendidos. Palmaïa nos sacaba, esta vez de un tirón y sin dudarlo de nuestra zona de comfort. Arquitectos de la Vida el nombre de este programa, resultó ser el corazón del lugar.
Lógicamente podés decidir no realizar ninguna de estas actividades, o elegir alguna de ellas, pero estar aquí y no intentar experimentar algo de lo que allí sucede no tenía ningún sentido. En nuestro caso, íbamos a experimentar todo lo que nos fuese posible.
Siendo las 4 pm, comenzaba la sesión de meditación en el Ritual Deck, un lugar con susurros, sonidos, aromas y energía equilibrada para tales fines. Se trata de un gran deck circular, de madera, en medio de la selva, con árboles que aparecen dándose paso, ya que para hacer este deck, se respetó la naturaleza del lugar sin talar ninguno de ellos. Entrar al círculo, ya de por si significaba sintonizar en una energía distinta. Meditar con el único sonido de la naturaleza, fue un bálsamo.
Muy cerca del deck se encuentra Atlantis, el Spa en la selva, donde los tratamientos para el cuerpo son rituales para depurar cuerpo y alma, y donde lo realmente inquietante es lo que llaman el “Libro de las nueve vías hacia la salud”, una sesión diseñada para tratar las emociones como la causa raíz, en lugar del dolor físico. Los cuartos de estos tratamientos tienen ventanas del piso al techo con vistas a la naturaleza, y están inmersos entre cenotes naturales usados para rituales y meditación.
También se llevan a cabo rituales históricos llamados temazcales, realizados por chamanes descendientes de mayas, profesionales certificados por el gobierno, los cuales son capaces de trabajar con su don, emociones, sentimientos, miedos, dolencias, fobias y traumas alojados en el inconciente o en el corazón. Ya seguramente entenderán por qué no estamos hablando de un hotel tradicional, sino de una experiencia llena de magia
GASTRONOMÍA
En Palmaia por supuesto no hay buffets ni a la mañana ni en todo el día, sino que la propuesta es totalmente a la carta y en el caso de la cena es posible elegir en qué restaurant hacerlo.
El concepto es un lugar 100% sustentable, nada animal, ni en la comida que es a base de plantas, ni en la decoración, ni en los tapizados, en ningun lado, ni siquiera en los articulos de tocador, que son todos biodegradables y también a base de hierbas y plantas. En el caso de la comida, si uno quiere comer carne, huevos, leche o lo que sea que no estuviese contemplado en el menú, puede pedirlo sin problemas. En todos los lugares, el menú siempre propone una opción de cada plato pero fuera del plant based, de manera que es posible comer el mismo plato pero reemplazando el ingrediente principal por una proteína animal.
Dicho esto, siendo ya de noche, teníamos varios restaurantes temáticos para elegir donde cenar: Su CASA, el bar de playa donde se desayuna y se almuerza, también ofrece cena a la carta, LEK donde es posible descubrir la más alta gastronomía mexicana; Mar de Olivo que redefine el concepto de la cocina mediterránea; y el restaurante de fusión oriental Ume, que combina la cocina tailandesa con la continental para conseguir una experiencia de cena inigualable. Nos inclinamos por este último.
El menú de pasos era digno de al menos 1 estrella Michelin. La presentación, el sabor, los colores y por sobretodo las combinaciones de sabores. Todo de un nivel superlativo.
Las entradas eran todas muy tentadoras, y como se trata de un all inclusive, era posible pedir no sólo una, por este motivo es que pedimos dos. Decidimos comenzar por Sandía prensada y deshidratada al vacío, infusionada con algas en costra de sésamo, pimientos shishito asados al fuego, picada de cítricos y pepino fermentado, tamari. La opción protéica era reemplazando la sandía por atún rojo. Pedimos uno y uno para poder probar ambas opciones. Luego unas Gyozas, hojas de arroz con relleno de zanahorias fermentadas, duxelle de hongos, puré de frijoles negros y acelgas fritas al sartén con aceite de maní, servido con tempura de nori, salsa shoyu con aroma de trufa ahumada, hojas asiáticas. La alternativa, salmón en lugar de zanahorias. De nuevo uno y uno.
Ya para el principal cada uno eligió su preferencia, por un lado Papaya Thoran de coco, zanahorias baby bbq, puerro confitado, espinancas con vinagreta de pimienta rosa, y mi compañera, Arroz frito tailandés, seta de melena de león, salchicha tailandesa casera, hierbas aromáticas. En este caso reemplazamos la seta por la alternativa que era camarón campechano. Explosiones de sabores y fusiones que mi boca no conocía. Hasta aquí, salir de mi zona de confort era sumamente confortable.
LA CEREMONIA DEL CACAO
Al día siguiente, la actividad se presentaba movida y el reto era ser parte de ellas. Después de un desayuno literalmente al lado del mar, abundante, natural y riquísimo nos dirigimos hacia el ritual deck, ya que a las 11 ibamos a ser parte de la Ceremonia del cacao. No teníamos idea de que se trataba.
Al entrar al deck, un hombre de cabellera larga y canosa, prolijamente anudada, me esparcía una especie de humo por delante del cuerpo y luego por detrás. Recién allí me dejó entrar. Me descalcé, tomé mi colchoneta, mi almohadón y me ubiqué en un lugar apenas alejado. Las distancias en pandemia, ya son parte de mis costumbres. Luego de que todos se acomodaron, una chica joven, el hombre ya descripto y otro jóven de unos 30 años, se disponían a comenzar la ceremonia.
Primeramente, nos contaron que es el cacao, de dónde proviene, cuáles son sus beneficios, para qué lo utilizaban y la importancia que tenía en las antiguas civilizaciones. Al mismo tiempo, nos fuimos pasando el fruto de mano en mano, agitándolo para escuchar las semillas dentro. Acto seguido nos repartieron semillas de cacao ya tostadas, y rápidamente nos invadió su inconfundible e irresistible aroma. El paso siguiente obviamente fue comerlas. Cacao en estado puro! Algo así como el sabor de un buen chocolate bien pero bien amargo en estado salvaje.
Promediando la ceremonia, allí adelante, tenían preparado para nosotros, un recipiente que la joven revolvía lentamente al mismo tiempo que nos contaba que eso que íbamos a probar era nada menos que la bebida de los dioses, ya que el cacao estaba considerado un árbol divino y por lo tanto sólo unos pocos tenían acceso a esta bebida. Nos fueron pasando unas pequeñas tazas de este elixir para que experimentáramos su sabor.
Luego de tomar un par de ellas, nos recostamos en el deck, abrimos los brazos y cerramos los ojos, mientras los tres guías mayas entonaban cantos en su lengua acompañados de unos originales sonidos instrumentales. Me intrigaba saber con qué instrumentos lograban esos sonidos únicos.
Preferí no averiguarlo y así, con los ojos cerrados, seguí llenándome de esa energía mágica, sanadora, que se sentía con la brisa y se potenciaba con los sonidos.
Fue literalmente una de las mejores experiencias que tuvimos en esos días.
Nos recibe el atardecer en el Eolo Beach Club, un club/bar de playa con un estilo mezcla de José Ignacio y Saint Barth. El DJ residente nos comenzaba a levantar de a poco, rodeados de algunos fogones en la arena, tragos, música y ese mar demasiado transparente al fondo. Un lujo estilo Palmaïa. Un lugar donde la gente viaja para conectarse con la naturaleza, a lugares sustentables, en armonia con el medio ambiente.
EL ÁREA WALDORF
El wellness bien entendido ya deja de ser una visita al spa, sino un concepto de vida. Y este estilo de vida para el concepto Palmaia, debe incluir a los chicos de manera natural. Pero obviamente, para que los chicos estén a gusto es necesario dedicarles su espacio, y es donde el tema se pone interesante, ya que aquí es a los chicos a quienes se los retira de su zona de comfort.
Por empezar es de destacar que es el área infantil es device free, o libre de pantallas, allí dentro no es posible tener un móbil o una tablet. Todo lo que hacen los chicos está inspirado en el programa de enseñanza Waldorf. Palmaïa es el único hotel en el mundo con un programa así. Waldorf busca la reconexión con la naturaleza y con la comunidad, de esta manera los chicos, por ejemplo cocinan pan en la mañana, para aprender que no están solos en el mundo, porque si cocinás pan no es para uno solo, sino para todos, luego exploran la jungla en busca de tesoros naturales (maderas, piedras, etc) y al volver hacen una obra de arte con lo que encontraron. Todo gira en torno a la creatividad. Para realizar todo esto, quienes llevan el programa son maestros Waldorf, o sea, no se trata de staff de hotel, sino de alguien que se ha capacitado para tal tarea.
Nuestra estadía llegaba a su fin. Al dejar este santuario de bienestar, se siente esa nostalgia como esas experiencias que pasados los años, sabés que no olvidarás y seguirás relatando a tus amigos. Nos llevamos una experiencia completa para el cuerpo y para el alma. De adentro hacia afuera. Conectados y con cambios positivos.
Al mejor estilo Palmaia, saludando con las dos muñecas juntas, abriendo las manos en forma de flor, acompañando con una leve inclinación y siempre mirando a los ojos, sólo resta decir…. Gracias.