La exquisita elegancia parisina se expresa en uno de sus íconos de sofisticación: el Hotel Le Bristol, que desde 1925 exhibe el arte de vivir típico de la ciudad. Ubicado en la rue du Faubourg Saint-Honoré, donde se teje el charme de la cité, es una mansión del buen gusto en más de un sentido. Refugio de lujo discreto y savoir-faire, propio del espíritu local, esconde un gabinete de curiosidades gourmet. Muy secreto, exclusivo para conocedores y pensado para paladares de alto vuelo.
Pasión, talento y experiencia se unen a las manos sabias de maestros chefs que, cada uno en su especialidad, dan vida a los pequeños Ateliers del hotel. Un molino harinero, una fábrica de chocolate, una cueva de queso y una bodega, todo se cuece a mano por artesanos culinarios en la planta baja del hotel, detrás del arte majestuoso que tradicionalmente exhibe Le Bristol. Y, además, el resultado se vende en L'Épicerie, la tienda a calle, con entrada propia al lado de la principal del hotel. ¿Te imaginás llevándote la bagette para tu picnic en el Jardín de las Tullerías? ¿Como si vivieras a pasos del Louvre?
El molino harinero fue instalado por el chef ejecutivo Eric Frechon en colaboración con el maestro panadero Roland Feuillas para ofrecer una reversión de trigos tradicionales como espelta, emmer y khorasan, todos cultivados orgánicamente en Francia, moliéndolos frescos para convertirlos inmediatamente en pan hecho a mano. Ese pan que no resulta pesado, ni siquiera con manteca.
Johan Giacchetti, el chocolatero artesanal, supervisa la fábrica de esta delicia, que elabora 3000 piezas a la semana a partir de cacao grand crus, incluidos el jivara ecuatoriano, el manjarí de Madagascar y el bahibé caribeño, entre otros, combinados con avellanas de Piemonte, malvavisco esponjoso, especias, cítricos y vainilla.
La guarida del queso alberga un refugio del queso francés con el Comté más original, el chèvre más suave, el camembert más delicioso, todas las piezas envejecidas en un escondite fresco, oscuro y con paredes de ladrillo, recreando las tradiciones locales en la elaboración artesanal.
La bodega no emite aromas, pero seduce con sus etiquetas gracias a una curaduría realizada por los someliers de Le Bristol que recorren toda Francia y el mundo para sorprender a los amantes de una buena copa.
En L'Épicerie, la decoración luminosa crea un diálogo visual entre el pasado y el presente con el uso de madera de roble de tonos suaves desde el piso hasta el techo, contrastada con encimeras de mármol contemporáneas y fuentes de servicio plateadas extraídas de las alacenas históricas del hotel, algunas de las cuales datan de su apertura en 1925.
Un ramo de tallos de trigo cuelgan del techo como un candelabro artesanal en un guiño al molino harinero del hotel. Una mesa, completamente vestida con porcelana y cubertería original de los primeros años de Le Bristol, pende lateralmente de una pared en un símbolo lúdico de la excelencia gastronómica que el hotel ha fomentado durante décadas. Cada detalle del diseño se ha considerado escrupulosamente para crear una atmósfera que incorpore el mismo nivel de atención al detalle que se puede encontrar en la selección que se ofrece.
Desde las necesidades cotidianas, hasta las delicias de temporada más refinadas, L'Épicerie des Ateliers du Bristol se ha propuesto convertirse en un lugar de referencia para artículos gastronómicos con mano artesanal. A diario se encuentran dulces y salados para el desayuno, como los famosos croissants y pains-au-chocolat del hotel, junto con el pan de masa madre, único en su tipo elaborado con trigos tradicionales molidos frescos cada día, allí mismo, en el sótano. Una colección de mermeladas hechas a mano, desde los sabores estándar de durazno o frutilla hasta naranja amarga y clementina de Córcega, ofrece una forma especial de realzar los productos de panadería.
Para amenizar el almuerzo o como un delicado aperitivo antes de la cena, el chef ejecutivo Eric Frechon propone un salmón ahumado seleccionado a mano por lonchas o el foie gras más sedoso que te pueda imaginar, entre otros placeres aptos para descorchar una botella de vino elegida por los Sommeliers del hotel.
Los chocolates caseros de Johan Giacchetti compiten con el flan para dos, los canelés y los éclairs del equipo de repostería, los mismos detalles que se pueden consumir a la hora del té o en el desayuno. En el invierno la recomendación es no partir sin un chocolate caliente recién hecho. En verano esperan los helados. El sitio ideal para convertirte en un dandy local con espíritu de viajero cosmopolita.
¡Para Agendar!
Mie a dom de 10:00 a 19:00
114 rue du Faubourg Saint-Honoré, 75008 París
Flavia Tomaello