“La ciudad de Salta es un paso obligado en el norte argentino. Conocer sus calles, sus museos, su catedral, su gastronomía, es un deber, pero a la hora de relajarse y descansar, los detalles, la armonía y la tranquilidad de estar bien atendido, son primordiales.
Luego de una búsqueda minuciosa, elegimos alojarnos en Kkala, (significa piedra en Aymará) un hotel boutique, a 5 minutos del centro, que nos transportó desde el primer instante a un universo detallista, de buen gusto y pasión por la atención, armonizado con el encanto de la paleta de colores norteños y un nivel de calidad que hace la diferencia.
Tan sólo entrar, ya se vislumbra el primer detalle: no hay una recepción, sino un living, con un estilo ecléctico, cuya decoración rescata el espíritu andino y a la vez posee una clara impronta contemporánea, que lo dota de modernidad. Sus mobiliarios de estilo combinan muy bien con las texturas salteñas. Piedra, madera, artesanías, flores, telas de lino y terciopelo, son algunos elementos de la decoración que nos muestran un ambiente diseñado con amor y distinción.
Luego de hacer nuestro check in, nos dirigimos a nuestra habitación que se encontraba en el último piso. Para llegar allí es necesario pasar por un patio encantador y luego la pileta, en voladizo con un deck que invitaba a relajarse al sol con vista a los cerros.
Cada una de las 10 habitaciones tienen una marcada personalidad, con un mix de calidez, modernidad y antigüedad. Están dispuestas en tres plantas en desniveles que acompañan la pendiente que genera el cerro.
Nada más entrar y suspirar. El amplio espacio con pisos de madera noble y reluciente, su salamandra que le da ese toque cálido de hogar, varios detalles autóctonos coloridos como decoración, un gran baño con box de ducha e hidromasaje y una escalera que nos elevaba a la habitacion, que balconeaba el living nos recibían.
Allí en la parte superior también contábamos con un acogedor toilette y una vista a los cerros que no me canso de admirar. Nuevamente se nota el diseño pensado con amplios espacios, cómodos y alegres para que el huésped se sienta como en su casa. De hecho Kkala es una casa ampliada, devenida en hotel.
Su desayunador, donde cada mesa tiene también su propia impronta, nos invitaba con intensos aromas y un abanico de delicias ya dispuestas en nuestra mesa como medida preventiva por COVID.
Distinción aparte para la vajilla inglesa, los accesorios con alpaca y tejidos, el detalle de los cubiertos, y el vajillero antiguo para lograr la satisfacción de todos nuestros sentidos.
Al despedirnos, recorrimos otros rincones apacibles y encantadores como el patio de cactus, la pajarera y la tienda de artesanías con artículos elaborados en Tilcara, Cachi, etc. También está a la venta toda la deco del hotel.
Guardar un secreto puede ser una tarea dura, que consume energía y además, es perjudicial para la salud. Quien no tiene secretos será libre, en muchos sentidos, por eso, decidimos escribir esta nota, con el