Volvíamos de la región del Périgord Noir, una antigua provincia del suroeste de Francia donde la recolección de la trufa, el Foie Gras y las cuevas prehistóricas de Cro-magnon son indiscutibles protagonistas.
Adentrarnos en La gruta de Font-de- Gaume, y poder admirar las pinturas rupestres prehistóricas ya justificaba el viaje hasta el Périgord.
Teníamos cita a las 11 de la mañana en Château Franc-Mayne, una bodega que además de sus excelentes vinos (su primer vino está clasificado como Saint-Emilion Grand Cru Classé) y el paisaje de sus viñedos, ocultaba una experiencia que nos sorprendería horas más tarde.
Comenzamos recorriendo los viñedos. Allí nuestra guía nos comentaba que los viñedos que se apreciaban, hace unos años estaban compuestos por un 90% de Merlot y el 10% restante de Cabernet Franc, pero luego de que la bodega fuera adquirida en 2018 por el multimillonario francés Jean- Pierre Savare, (dueño de Oberthur Fiduciaire, una de las imprentas más grandes del mundo de documentos de seguridad como billetes y cheques) comenzó un proceso de replantación, mediante el cual, la uva Merlot disminuyó y el Cabernet Franc pasó a tener un 25%. Un dato no menor, teniendo en cuenta que son muy pocos los Châteaux de la zona que poseen tanto porcentaje de Cabernet Franc, lo que le da a estos vinos un carácter distintivo.
Allí en un cedro se divisaba una casa en altura, algo así como una “casa del árbol”. Pudimos saber entonces, que en el Château era posible hospedarse, tanto en esa excéntrica construcción con el incomparable paisaje al pie de los viñedos, como en la residencia del siglo XVIII que inmediatemente conoceríamos.
Rodeada por una antigua vía romana que es parte del camino y en un entorno encantador, se encuentra dicha residencia: Le Relais de Franc-Mayne. Tiene cinco habitaciones, incluida la casa del árbol. Decoradas con elegancia y sencillez, las habitaciones tienen la atmósfera de una casa tradicional de Gironde. Al salir de la residencia, vemos una entrada de piedra, una especie de cueva la cual escondía algo inusual, algo que no habíamos visto antes en ninguna otra bodega.
La entrada nos llevaría a través de una red de cuevas de piedra caliza extraídas de la colina, que datan de la época de los romanos. Estos túneles se encontraban prolijamente iluminados, y gracias a ello, pudimos apreciar en la piedra que se erigía sobre nuestras cabezas, pequeñas gotas de agua, que transmitían la humedad perfecta para reducir la tasa de evaporación de los barriles.
También pudimos apreciar, incrustados en la roca, restos fósiles entre los cuales pudimos distinguir varias estrellas de mar. Siglos de historia una vez más, nos envolvían en una atmósfera inolvidable.
Luego de recorrer y admirar estos detalles tan asombrosos, las luces comenzaron a cambiar de color y la música se adueñó del lugar, convirtiendolo en una atracción teatral.
Allí pudimos descubrir algo inesperado: en esos túneles especialmente iluminados por Eric Le Collen, el famoso escenógrafo de muchos castillos, se había recreado con efectos de luces, sonido y figuras de personas, la historia de las canteras y los hechos significativos que ocurrieron en esa región, con personajes históricos de Saint-Émilion. Mientras avanzábamos por los túneles, una voz en off en el idioma inglés, nos relataba sólo a esta pareja de argentinos, las imágenes que iban apareciendo frente nuestro. Estas dos hectáreas de canteras, son uno de los activos distintivos de Franc Mayne.
Al final del recorrido, encontramos en una parte cerrada, unas celdas con ánforas y toneles italianos y barricas de roble francés donde continúa la crianza del santo grial, que antes pasó un año en la bodega y luego en las galerías subterráneas.
Estas canteras, que ya no se utilizaban en el siglo XIX, se han transformado desde entonces en el lugar paral almacenar el vino ya que como dijimos antes, posee las condiciones ideales para la crianza de los vinos y el almacenamiento con una temperatura constante entre 12° a 14° natural y muy poca evaporación a través de las barricas.
Finalmente pudimos conocer al gran representante de este lugar. Comenzamos la degustación con el segundo vino de la bodega, un Les Cedres de Franc Mayne 2013, agradable Merlot, con aroma pronunciado de frutos rojos, en boca se lo nota con cuerpo y taninos bien equilibrados. Muy bueno para ser un segundo vino. Su precio ronda entre los 20 y 30 euros.
Luego de esta introducción pasamos al primer vino, Château Franc Mayne. Pudimos probar varias añadas y compararlas. Primeramente un 2018, luego un 2011 y finalmente 2004. Todos con mucho cuerpo e intensidad, aromas a roble, tabaco, vainilla, muy al estilo de nuestros vinos. Aromas a ciruela y frutos rojos y un final largo y placentero. Un vino elegante, en todas sus añadas, pero sin dudas la del 2011 fue la que mas soprendió.
Es un gran vino, que representa muy bien el estilo de Saint-Emilion. Lo que más nos llamó la atención es que el valor de todas las añadas ronda entre 38 y 50 euros, lo cual es un precio muy bueno para un Grand Cru Classé, más aun en sus versiones más antiguas.
Nos vamos muy agradecidos por la hospitalidad recibida y el sabor de todos estos vinos que obviamente anotamos en nuestra larga lista de “mejores vinos” y a costos accesibles.
Está claro que aquellos que se dirigían a Santiago de Compostela justamente por estos caminos, conocían este maravilloso lugar donde el buen vino desde siempre los recibía con los brazos abiertos.