Experiencia es una virtud que se ha elevado a categoría mágica en materia de viajes. Eso es lo que creó Asunción Pereyra Iraola. Una dama con aire de tradición que, a pesar de eso, lleva la osadía en las venas. Se había soñado hotelera a los 13 años en un viaje por Alemania. Luego la vida la llevó al campo, a acompañar a su marido, a intentar la carrera de medicina… hasta que la insatisfacción pudo más.
Asunti, como la llama todo el mundo, compró algo más que un albergue. Se sumergió en una estancia que había pertenecido a la familia Santamarina, construida en 1962 por Tía Mecha o la Srta. Mercedes, como se la conoció por Tandil, con su refinado gusto francés. Estaba derruida y su parque tomado por la maleza. “La compré por los árboles -cuenta-, porque las casas se reconstruyen, pero la vegetación tarda años en crecer. Su camino de araucarias, su macizo de piedra que sostiene a la Virgen de Lourdes, su experiencia de huerta, sus posibilidades de sumarse a las actividades rurales, sus cabalgatas sin tiempo… Todo esto a 5 minutos en auto del centro propio de Tandil. Un espacio que, como una melodía, tiene letra y música.
Hay campo, verde, bosque, pan caliente amasado a mano, caminata, arroyo, hierbas que vas a probar por primera vez, gruta, caballos, huerta, galería, bici, amaneceres lerdos, ganado, arquitectura, gastronomía de cercanía, pileta, ventanas al horizonte, cobijo cuando llueve, frutas, crujir al caminar, charla larga, dormir sereno, concierto de aves, pimpollos en todas las etapas, avistaje de fauna, tranquera, caminos sinuosos, conservas terminadas ayer, ganas de que lo goces, tiempo interminable, atardeceres perezosos… Slow, genuino, pensado con amor.
Para crear experiencia despertá los sentidos. Abrite a las sorpresas. Generá interés. Avivá la curiosidad. Desterrá los bostezos. Subite a lo que venga. Tomátelo como se presenta. No llegues a hacer… Venite a ver qué hay.
Para gozar lo que toca, hay que bajar la guardia. Borrar las expectativas. Cubrir los ojos de miradas frescas. Abusar de la sensibilidad. La experiencia es renovadora. Te sopla el flequillo y te deja mal acomodada la camisa.
Huele a primer día de reyes. Sabe a esos platos que inventaba la abuela, pero como si te sorprendiera hoy.Hay campo, verde, bosque, pan caliente amasado a mano, caminata, arroyo, hierbas que vas a probar por primera vez, gruta, caballos, huerta, galería, bici, amaneceres lerdos, ganado, arquitectura, gastronomía de cercanía, pile, ventanas al horizonte, cobijo cuando llueve, frutas, crujir al caminar, charla larga, dormir sereno, concierto de aves, pimpollos en todas las etapas, avistaje de fauna, tranquera, caminos sinuosos, conservas terminadas ayer, ganas de que lo goces, tiempo interminable, atardeceres perezosos…
Dejarte llevar por mares verdes que se mecen en el viento frío de la mañana que se lleva las nubes luego de las tormentas de la noche.
Que los pensamientos se derramen entre las cosquillas de las espigas de las gramíneas.Que el cuerpo pierda algo de premeditación y la inercia de la caminata invite por senderos intransitados.Como en un barco en alta mar sorprendido por la marea, que la ruta sea el rumbo y no la decisión del caminante.Que estallen los hongos bajo la humedad acogedora de las sombras de las copas más altas.Que un mugido escondido se traduzca entre la maleza.Que la huerta teja sus enredaderas de tomates y vierta sobre el suelo como manos tendidas las hojas de zapallo. Que te dejes. Que te abandones. Que te permitas que el sitio te atraviese.