Con la romántica Venecia de fondo, poco a poco nos alejábamos de la costa y comenzábamos a conocer lo que sería nuestro hogar durante 11 días y en simultáneo, comenzaba a escribir este diario.
Zarpamos dejando en el horizonte la Piazza San Marco y su eterna torre, con un atardecer que protagonizaba las pantallas de todos los pasajeros. Acto seguido, nos dedicamos a recorrer y descubrir todo lo que esta exclusiva embarcación tenía para ofrecernos.
El Azamara Onward, nuestro próximo hogar. Un barco con capacidad tan sólo para 650 pasajeros, de menor dimensión que los habituales cruceros de compañías más masivas, y este detalle le permite visitar destinos donde los barcos mas grandes no pueden acceder.
Decidimos comer algo en el Deck 10, en un lugar llamado The living room, donde una amplia variedad de tapas nos esperaba. Nos acomodamos para ver a la banda que tocará todas las noches aquí, interpretando hits memorables, al mismo tiempo, una copa de vino (en mi caso un Pinotage sudafricano) acompañaba los deliciosos bocados que nos servimos.
Destaco que muchas bebidas con alcohol, cocktails, gaseosas y el café expresso entre otras, se encuentran incluidos en este barco, pero si uno desea disponer de un menú más amplio, con etiquetas más sofisticadas de vinos, espirituosas, cervezas o aguas por ejemplo, puede optar por sacar alguno de los paquetes de upgrade que se ofrecen por persona, y esto es una gran ventaja cuando uno de los pasajeros no toma alcohol, pero el otro si.
Nos despertamos con la postal del encantador pueblo amurallado de Koper, pegadito a Italia, en la minúscula costa de Eslovenia, un puerto importante teniendo en cuenta esto último. Italiana, austríaca y eslava a la vez, Eslovenia es una gran sorpresa que conoceríamos durante poco menos de 11 horas.
Aunque fue durante un tiempo, la única salida del Imperio Austrohúngaro al mar, todo nos recuerda a Venecia, una combinación de estilos góticos, renacentistas y barrocos.
Tras una mirada panorámica del lugar, nos adentramos en un mundo de callejuelas medievales. En la parte sur de la ciudad amurallada, la Fuente de Ponte, es un claro guiño a Venecia y una especie de Rialto local.
Como tuvimos todo el día para recorrer el destino, decidimos ir más allá, tomar un bus y llegar a Pirán (o Pirano en italiano), una villa marinera enclavada en una fantástica península, cerca de la frontera con Croacia, donde una rambla desbordada de veleros y yates, a los pies de la plaza Tartini conforman la postal obligada que debemos capturar. El casco antiguo es precioso, de estilo veneciano, con calles estrechas. Tomamos un aperitivo disfrutando de este entorno magnífico y ahora si emprendimos el regreso. Tan sólo al llegar al Onward, una copa de espumoso francés nos esperaba junto a unos deliciosos langostinos y un abanico de exquisiteces.
En la noche, pudimos reservar para cenar en uno de sus dos exclusivos restaurants, Aqualina de estilo italiano. Excelentes pastas, y un risotto de langosta maravilloso. El otro restaurant es Prime C, carnes de especialidad que conoceríamos más adelante.
Por la mañana muy temprano llegamos a nuestro segundo destino, Rovinj. Cada día un destino sorprendente y un barco que te permite con sus amplios horarios en destino, vivir una experiencia inmersiva para recorrer, alquilar autos, tomar tours de más de medio día, conocer museos, disfrutar de la gastronomía y la cultura.
En este tercer día, ubicada en la hermosa región de Istria, Rovinj (o “Rovigno”, en italiano) es una de las ciudades costeras más bonitas y románticas de Croacia. Su centro histórico medieval y su arquitectura muestra una clara influencia veneciana, heredado de cuando el Reino de Venecia dominó esta parte del país durante siglos. En la antigüedad, era una ciudad de pescadores y su puerto era uno de los lugares de mayor actividad. El muelle de Rovinj es el lugar ideal para retratar unas vistas panorámicas bellísimas con las antiguas casas de colores del centro histórico y el campanario de la Iglesia de Santa Eufemia asomando al fondo.
Ni bien salimos del puerto, una gran plaza con un mercado nos sorprendió y compramos algunas exquisiteces propias del lugar como el aceite de trufas, los vinos y los quesos. El casco histórico, con sus callecitas que suben y bajan, repletas de rincones secretos y poco transitados, fachadas coloridas y el empedrado supeantiguo ofrece un escenario muy romántico para perderse y fotografiar sin parar. Como llegamos bien temprano, pudimos recorrerlo con muy poca gente un dato que valoramos mucho gracias a los horarios de nuestro querido barco.
El lugar culminante de Rovinj es al subir al punto más alto de la pequeña colina, donde la vista del mar adriático es magnífica. Pero el motivo de este esfuerzo es conocer la Basílica de Santa Eufemia, donde se encuentran las reliquias de la santa en un impresionante sarcófago de piedra del siglo III. Por fuera de esta iglesia barroca, construida en 1736, se encuentra su gran torre de 60 metros, que imita al Campanile de San Marco en Venecia.
Ya es hora de partir, subimos al Onward y decidimos comer en el buffet Discoveries, donde pudimos conocer una propuesta super variada. Un buen Syrah nos acompañaba para maridar exquisitos platos.
Disfrutamos mucho esta comida, mientras veíamos como se alejaba la postal que Rovinj nos regalaba.
Unos de los momentos más esperados fue este día. La eterna e impresionante Dubrovnik nos recibía con sus murallas y su casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Bajamos temprano para poder recorrer y disfrutar todo lo que ofrece esta ciudad. Hasta las 22 hs teníamos tiempo de conocerla en profundidad y por eso contratamos un walking tour.
Lo primero que hicimos fue subir a las murallas de piedra caliza blanca, una de las visitas imprescindibles. Estas se remontan a los años 600, pero su forma actual es del siglo XV, desde la caída de Constantinopla. Desde allí las vistas del casco antiguo, del mar Adriático y sus islas es de película, justamente; ya que aquí como sabemos se han filmado muchas escenas de la serie Games of Thrones. Por eso, luego de bajar de las murallas, recorrer el casco antiguo es adentrarse en una película, con calles medievales sinuosas, la catedral de San Blas y el Monasterio Franciscano, cuya farmacia es de 1317, se dice que es la más antigua del mundo. Luego de un frugal almuerzo, decidimos relajarnos en Banje Beach, la playa más famosa de Dubrovnik, muy cercana al casco histórico, con aguas cristalinas y varios bares y restaurants que le dan mucha onda al lugar.
Ya por la tarde, decidimos volver al barco para preparnos para el show especial que Azamara tenía preparado para nosotros en pleno Dubrovnik: Un espectáculo típico con artistas Croatas, pero en las murallas, con la noche y la ciudad iluminada de fondo. Realmente maravilloso y sinigual. Recien a las 23 hs regresamos a nuestro ya querido Onward.
Me levanto y pienso que ya estamos en la mitad del viaje y siento que ha pasado demasiado rápido, pero decido disfrutar esta segunda mitad tanto o más que la primera. Miro por el balcón y aparece la isla de Corfú. Si, otra aventura nos esperaba.
Estamos en Grecia, empezamos a conocer las islas Jónicas. Hoy decidimos desayunar tranquilos en Discoveries, el magnífico restaurant incluído en la tarifa, allí nos esperan el café expresso apenas cortado, (que nunca falte), unos huevos benedictinos con salsa holandesa, un bagel de salmón ahumado, alcaparras y cream cheese y por supuesto, la boulangerie y pattiserie que todos los días sorprende con delicias nuevas.
La ciudad de Corfú mantiene ese aire de pueblo auténtico, de marcado estilo Veneciano, con edificios antiguos de fachadas coloridas, descascaradas por el paso del tiempo y ropa tendida en los balcones. Pero también tiene una zona con más ambiente, bares, negocios y artesanos que te saludan con una sonrisa. Visitamos la iglesia ortodoxa griega de San Spyridon, la más importante de la ciudad. Luego este intenso día, pienso que lindo es volver a casa, en este caso a nuestro hermoso camarote, con las sábanas y las almohadas que por siempre añoraré. “..un bagel de salmón ahumado, alcaparras y cream cheese y por supuesto, la boulangerie y pattiserie que todos los días sorprende con delicias nuevas..”
Teníamos la reserva en el restaurant Prime C, con su especialidad en carnes. Pude pedir un impecable y jugoso bife que me recordó muchísimo al sabor de nuestra carne, es más, seguramente haya sido argentino. Obviamente maridado con un potente Cabernet Sauvignon de Napa Valley.
Hoy arribamos a Argostoli, la capital de Cefalonia, la isla más grande del mar Jónico. Teníamos como en toda esta travesía, bastante tiempo para recorrerla. Decidimos entonces alquilar un auto todo el día. Primeramente, visitamos las cuevas de Melissani y las de Drogarati.
Melissani es en realidad un lago subterráneo, algo así como un cenote, que un terremoto en el año 1953 lo dejó al descubierto. Descendimos unas largas escaleras y nos subimos a unas barcas para recorrer y apreciar el interior de la caverna, con estalactitas por todos lados, pero sin dejar de tener la luz del sol acompañándonos y reflejándose en el agua, transparente y azul. Mientras esto sucede el “gondolero” que rema, canta en todo el trayecto, en griego lógicamente. Una experiencia autóctona imprescindible.
Luego fuimos en busca de las otras cuevas, las de Drogarati, pero aquí nada de lago, estas cuevas son iluminadas artificialmente, ya que es necesario descender bastante. Una vez allí el espectáculo es imponente: Enormes estalactitas y estalagmitas que aparecen por todos lados, desde el suelo y desde arriba, dándole formas extrañas y asombrosas a las paredes. Es imposible no estar fotografiando todo lo que vemos. Un lugar impactante que te transporta en el tiempo y el espacio, podría ser Marte o tranquilamente la prehistoria. Ya era hora de relajarnos y decidimos que era hora de playa, ¡pero por Dios que playa!
En medio de dos morros asoma Myrtos beach, que se aprecia desde lo alto de la ruta, por eso es que para llegar se baja por un camino bastante sinuoso pero accesible. Una vez allí el premio es mayúsculo, nunca vimos un mar de este color, ni en el caribe mismo. Si bien es de canto rodado, el tamaño de sus piedritas perfectamente redondeadas es pequeño y agradable al pisar. Tomamos unas cervezas griegas y pasamos un buen rato disfrutando tan bonito lugar. Regresamos a Azamara`s home cansados y felices, donde nos espera una hermosa cama y el cálido servicio 1!1 que será difícil de olvidar...
Hoy, Ghytion, uno de los “dedos” del Peloponeso griego es el próximo desafío de este gran recorrido. Un pueblo de pescadores que supo ser el puerto de Esparta, que se encuentra a poco menos de una hora. Ya en el puerto, vemos las barcas con redes y herramientas de la pesca y un poco más allá podemos divisar una postal típica de aquí, los pulpos tendidos en la soga secándose al sol, maravilloso.
Esos pulpos se transformaron en nuestro objetivo, pero en un lugar donde poder relajarnos: Mavrovouni Beach fue la recomendación de los locales, una linda playa de mar azul y piedras de canto rodado, con sombrillas de paja y un bar playero donde los tentáculos del molusco no se hicieron esperar. Volviendo hacia el puerto pasamos por la isla de Cranae donde Helena y Paris, cuya historia de amor desencadenó la guerra de Troya, pasaron su primera noche juntos tras huir de Esparta.
Una vez subidos en este barco del bien, el atardecer nos encontraba probando cocktails como el Blue Wave (Blue Curaçao, vodka, lima y limón), Bay Breeze (vodka, jugo de arándanos y jugo de ananá) o un clásico como el margarita, siempre incluidos por supuesto.
Otro de los puntos altos de este viaje por fin ha llegado. La ansiada isla de Santorini se presentaba en un día espectacular. Como es un destino muy visitado y Azamara conoce este dato, somos de los primeros cruceros en bajar, de manera de poder tomar el Cablecar hasta la ciudad de Fira que esta en lo alto del acantilado. La otra opción era subir 588 escalones, por eso, sin lugar a dudas, preferimos madrugar.
Fira es la capital de Santorini y desde allí salen buses todo el día hacia cualquier lugar de la isla. Nuestro primer destino fue Akrotiri, en el sur, allí es imprescindible visitar el yacimiento arqueológico, donde se ha encontrado una ciudad enterrada que data del 1600 AC. ¡De sólo pensar que estamos hablando de hace 3600 años se te erizan las pestañas!
A unos 500 metros de allí esta la famosa Red beach, que atrae por las losas de roca volcánica de color rojo y negro que hay justo detrás de ella. La arena lógicamente es de color rojizo y negro y siempre está muy, muy caliente, por lo que la playa está llena de reposeras y sombrillas.
Luego de esta atrapante travesía, nos rendimos ante dos riquísimos Gyros, un sandwich en forma cónica de pan pita con carne de cordero o cerdo, vegetales y salsa yogurt, una delicia típica griega.
Desde allí seguimos rumbo a Oia, el lugar más fotografiado, la imagen que todos conocemos de Santorini: casitas blancas, cúpulas celestes y el mar celeste de fondo.
Oia esta en la parte norte de la isla, sus callejuelas con desniveles, sus pasadizos a veces empinados que terminan en una terraza y sus increíbles vistas lo convierten en un spot fotográfico constante, a cada paso hay un retrato. Después de recorrerla y sacar incontables fotos, elegimos un lugar estratégico para tomar un Vin Santo, el vino dulce local que es necesario degustar. Desde este bar, se aprecian como en un palco, todas las casitas blancas y las dos cúpulas celestes, de las dos iglesias que se divisaban y por supuesto con el atardecer embriagándolo todo. Felicidad nivel Zeus. Ya es hora de volver a casa para prepararnos para algo grande, la fiesta de blanco que tendrá lugar en la cubierta esta noche. La cena será también allí, al aire libre, con Fira y Oia mirándonos desde arriba, otra noche para atesorar.
Ya quedó atrás Santorini y la eterna Grecia y le decimos hola a Turquía. Llegamos a ÇeÎme, un pueblo de playas idílicas, una marina con grandiosas embarcaciones y el castillo medieval de la ciudad de ÇeÎme. Decidimos perdernos por sus calles, comprar regalos, comer un típico kebab, tomar un café turco y volver al barco. Qué placer conocer lugares sin lidiar con valijas, buses o taxis.
Ya queda muy poco para finalizar este enorme y emocionante viaje y para vivir nuestro último día y última noche navegando. Para olvidarnos este dato triste, nos merecemos un champagne. Como dijo Napoleón: “Merecido en la victoria, necesario en la derrota”.
Estambul! Llegamos al final del viaje y nos emociona estar aquí. Estambul fue y es el centro del mundo, antiguo y moderno. La inexpugnable Constantinopla, llena de historia, arquitectura, misterios y grandezas; sus murallas, sus mezquitas, su gente y su inevitable modernidad.
Nuestro Azamara Onward sería nuestro hogar por una noche más, pero ya no se moverá de allí, será como un hotel y mañana por la mañana tendremos que hacer el check out para despedirnos, mientras tanto, nos dirigimos hacia la torre Gálata que vigila la ciudad desde hace 500 años. Caminamos luego por la moderna avenida Istiklal, donde es posible comprar lo que se nos ocurra, allí convergen todas las grandes marcas y por supuesto una amplia gama de opciones gastronómicas. Más tarde es hora de un crucero por el Bósforo donde el atardecer envuelve la magia de la ciudad en cada foto.
El día más triste ha llegado. Game over. Porque sin dudas que salir de aquí es volver a la realidad. Nos espera un largo día para seguir conociendo Estambul, pero lo que importa es que nuestro Azamara Onward zarpará rumbo a otros destinos esta tarde y extrañaremos todo de él: la calidad gastronómica, la amabilidad de cada tripulante y su cálida atención personalizada que, siendo tan pocos arriba ya nos conocíamos las caras, la variedad de bebidas, el camarote, los atardeceres en nuestro balcón, y por supuesto los increíbles lugares donde nos ha llevado.
Siento que aún estoy a bordo. Siento que el piso debajo de mis pies aún se mueve y disfruto el momento, cierro los ojos y me transporto a la cubierta. Siento la brisa aunque no hay brisa. Siento el sonido del mar aunque no hay mar. Lo único que se, es que de aquí en más, siempre habrá un Azamara en mi horizonte viajero.
Más información: organfurcentraldecruceros.com