Este medio se trata como ningún otro de placeres y disfrute. Es así que luego de este año cargado de dudas e incertidumbres, donde cada uno elegirá su propia y particular narrativa, indefectiblemente hemos dimensionado de otra forma los placeres de la vida. Tal vez hoy, estén más ligados a una simple mesa familiar, o un viaje en buena compañía, a estar rodeados de naturaleza, a vivir una experiencia para atesorar. Todo eso siento hoy como verdaderos placeres. Y hacia allí nos dirigimos....
EL VIAJE
Y en este contexto, donde nos seguimos cuestionando cosas, surgió la pregunta. ¿Qué es el lujo? Hemos vivido un año completo, con innumerables cambios de paradigmas y donde nos hicimos varias veces esta pregunta. ¿Nuestra respuesta es la misma que hace un año atrás? ¿Seguimos viendo la vida igual y priorizando las mismas cosas? ¿Qué es realmente importante, qué nos da verdadero placer sobre todo cuando nos vamos de vacaciones y dónde vamos a elegir cómo y dónde gastar nuestro dinero?
En mi opinión puramente personal, hoy revalorizo una vez más las experiencias sobre los objetos. Y en esas experiencias, viajar tiene aún mayor significado que un año atrás. Ya no se trata de correr para llegar a Ezeiza, aprovechar el freeshop todo lo posible, las infinitas tiendas que los distintos continentes nos ofrecen, casi todas más económicas que Buenos Aires...
Hoy en lo personal y más que nunca, siento que el verdadero lujo significa viajar para vivir una experiencia más conectados con nosotros y menos con el consumo. Incorporar la naturaleza todos los días, vivir momentos que nos enriquezcan, si es posible en lugares orgánicos, simples y donde pueda además realizar verdaderos cambios positivos con ese valioso tiempo de descanso. La pandemia nos aleja de las grandes ciudades, y hemos descubierto que vivir estos momentos entrañables y necesarios con menor exposición, es posible.
Decidimos con muchas dudas, miedos y una gran incertidumbre, emprender nuestro primer viaje en pandemia y volver a conectar con una de las cosas que más felicidad trae a nuestra vida: Viajar.
Sin dudas, viajar de otro modo y aquí contaré nuestra vivencia alcohol en gel en mano. Para llegar a Ezeiza realizamos un cambio fundamental y muy cómodo: decidimos viajar al aeropuerto con nuestro auto, y aprovechar el sistema que tiene Ezeiza de estacionamiento.
Simplemente reservando el lugar unos días antes, pagando online a precios más razonables que los remises, solucionamos este tema de una manera contact free.Sin dudas, viajar de otro modo y aquí contaré nuestra vivencia alcohol en gel en mano. Para llegar a Ezeiza realizamos un cambio fundamental y muy cómodo: decidimos viajar al aeropuerto con nuestro auto, y aprovechar el sistema que tiene Ezeiza de estacionamiento.
Ojalá funcione por mucho tiempo. Nos encantó la flexibilidad de contar con ese estacionamiento. Se puede reservar este servicio ingresando en: www.aa2000.com.ar/ezeiza/estacionamiento
Dentro del aeropuerto de Ezeiza circula mucha menos gente que en época normal. Nosotros ingresamos cautelosos, doble barbijos, protocolo familiar bien claro, y de a poco fuimos ganando seguridad al ver la velocidad de los trámites, el poco tránsito de pasajeros y la limpieza reiterada.
Cumplimos sin problema con los requisitos: Pasaporte, declaración jurada que se baja fácilmente de internet (www.ddjj.migraciones.gob.ar/app/home.php), y en nuestro caso Test de PCR negativo ya que viajamos via USA donde requieren este test.
Subir al avión fue casi tan emocionante como la primera vez. Mariposas en la panza literalmente y atención plena inevitable. Los anuncios a bordo son claros: Limpieza constante con productos especiales, protocolos de ingreso y egreso del avión y los famosos filtros HEPA (High Efficiency Particulate Air) que garantizan que la circulación del aire en pleno vuelo, se renovará cada 3 minutos completamente. Con toda esta información decidimos disfrutar desde el despegue hasta el aterrizaje, manteniendo el mismo protocolo para trasladarnos hasta el hotel.
Elegimos México como el primer destino luego de un largo año. Y definitivamente no nos equivocamos. La turística ciudad de Cancún, llevaba meses preparándose para recibir a sus entusiastas visitantes en tiempos de pandemia. Vimos dispensers de alcohol en gel automáticos en aeropuertos y hoteles, empleados serviciales y expeditivos, y la llegada a un hotel con tan sólo un 10% de ocupación, fue el broche para sentir que empezábamos a recuperar esa sensación de volver a ser libres al menos por un rato.
Nos hospedamos en dos hoteles diferentes donde pudimos experimentar que ya no se tocan tarjetas magnéticas para ingresar a los cuartos sino que se utilizan dispositivos tipo pulsera con chip. Vimos que el buffet dio paso a un servicio all inclusive más higiénico que me dio la sensación que vino para quedarse. Playas casi desiertas de público que te dan la sensación de privacidad absoluta, gran aforo en restaurantes con el personal casi en exclusiva, y sobre todo una enorme gratitud al visitante.
Volver a viajar tiene un precio que pagar. Y no es únicamente económico con valores por debajo de tarifas habituales y en muchos casos muy accesibles. Sino el costo de estar en atención plena, sobre todo en transportes y aeropuertos.
Como familia decidimos pagar este costo con mucho placer y decidimos comenzar una nueva etapa titulada #viajarenpandemia. La sensación de libertad que estremeció nuestro cuerpo adormecido de experiencias, nos indica que este será nuestro camino.