La zigzagueante ruta del vino, logra sorprendernos en cada curva con la aparición repentina de increíbles castillos pegados a la misma, o con tremendas postales donde las vides aparecen en primerísimo plano y a lo lejos su correspondiente Château vigilándolas.
El GPS indicaba que ya estábamos a 500 metros, cuando de pronto descubrimos a la derecha, una construcción con un aire oriental, distinto a otras bodegas de por allí. Habíamos llegado y ya empezábamos a disfrutar tan sólo observando cada detalle.
Fuimos recibidos por Vanessa quien muy amablemente nos llevó por cada rincón de la bodega, contándonos su historia. Allí mismo, afuera, en la explanada frente a la fachada de la imponente construcción nos encontramos con una estatua sentada en un banco. Se trata de Louis- Gaspard d’Estournel, quien en 1810 funda esta bodega, vinificando sus terroirs.
Atrevido y tenaz, adquiere muchas parcelas de vinos, algunos de los cuales se encontraban entre los más selectos de la región, para lograr su objetivo de toda la vida: hacer de Cos d’Estournel una finca de primer nivel y producir uno de los vinos más destacados del mundo.
Su búsqueda de nuevos mercados lo lleva a Asia, donde los oficiales británicos en la India disfrutaban su vino. Estas exportaciones a un lugar tan lejano, son motivo de celebración para él, y decide colocar unas pagodas sobre el palacio de su bodega, por lo que lo llamaban el Maharajá de Saint-Estèphe.
Louis Gaspard lamentablemente, fallece dos años antes de que la Clasificación de Burdeos de 1855 reconociera oficialmente a Cos d’Estournel como un segundo Grand Cru Classé.
Luego de pasar por varios propietarios, en el año 2000 es adquirida por su actual dueño, Monsieur Michel Reybier quien fascinado por la historia de Louis-Gaspard, continúa su legado manteniendo los altos estándares del château y la constante búsqueda de la excelencia.
Luego de conocer la historia (muy interesante por cierto), nos adentrarnos en el palacio, no sin antes destacar la inmensa puerta doble hoja totalmente labrada con increíbles ornamentaciones de arabescos, hojas, tallos y flores en la madera oscura.
El hall que nos recibe, enorme por cierto, es un mundo a descubrir, allí a lo lejos se adivina un arco romano, varios livings con detalles hindúes, como esculturas de elefantes, muebles labrados y cuadros del estilo. No podiamos creer lo que veíamos, un lugar envuelto en un clima de misterio, excentricidad y buen gusto.
• Vale aclarar que todo esto es obra de Monsieur Reybier que como dijimos, continúa el legado de Gaspard, en este caso con una gran remodelación, que ya empezábamos a descubrir, atónitos.
Luego pasamos a conocer la bodega en si, esta vez pasando a traves de una pasarela con pisos de vidrio retroiluminada y barandas de metal, permiendo una excelente visión general de la sala donde hacia abajo se podían observar los toneles que se destacaban por la luz emanada de las columnas de vidrio y acero inoxidable. El croma de los materiales confiere elegancia y misterio al entorno. Un escenario casi teatral.
Más adelante, una nueva maravilla nos esperaba. Iluminando solamente los estantes, con una luz amarillenta muy tenue, descubrimos algo así como el lugar donde descansan los incunables de cada cosecha, indicando en cada estante el año correspondiente. Cada columna era sostenida por un elefante ornamentado con joyas hindúes. Mirando con detenimiento cada cartel, nos llaman la atención unas botellas polvorientas que datan del siglo XIX, si, de finales del 1800. Fascinante.
Ya en la parte netamente de elaboración, la modernidad del vidrio y el acero en las pasarelas, nos indicaban la vanguardia de una planta de producción de vino ultraespecializada. Esta nueva bodega incorpora tecnología de vinificación por gravedad, que elimina el sistema de bombeo para que la uva y el vino conserven su aroma y frescura. Esta hazaña es extremadamente rara para un viñedo de este tamaño (90 hectáreas).
Finalmente, terminamos nuevamente en el hall donde empezamos, para dirigirnos a un rincón donde estaba dispuesta la degustación de los intrigantes vinos de Cos d ́Estournel.
Primeramente, comenzamos con el segundo vino de la bodega, añada 2011, cuyo nombre es “Les Pagods de Cos”, haciendo alusión, logicamente a las pagodas.
Un vino de guarda, ya que 9 años después se presenta impecable. Se nota que los años son imprescindibles para su maduración. Es un vino suave compuesto por 65% Cabernet Sauvignon, 33% Merlot y 2% Petit Verdot. Tiene un bouquet de vino potente pero al probarlo su cuerpo es medio, donde el merlot toma cierto protagonismo.
En boca se nota un toque de vainilla, fruta negra madura y café. Interesante para empezar. Su precio, alrededor de €50.
Ha llegado el momento de probar el vino estrella del lugar. Cos d ́Estournel, Grand Cru classé, añada 2008. Un vino con 12 años de guarda!
Está compuesto por un 85% de Cabernet Sauvignon, 13% de Merlot y un 2% de Cabernet Franc. Su bouquet delata un vino potente, lo cual ya es una buena noticia para mi paladar. Este vino es magnánimo. Un adjetivo poco habitual para un vino pero lo siento así.
Ciruelas, cerezas algo de ahumado y como se vislumbraba en su aroma, potente. La decantación es imprescindible para lograr que abra su potencial. Final largo, intenso. Tranquilamente puede ser mejor con un par de años más. Maravilloso como todo lo que acababámos de conocer. Su precio ronda los €160.
Luego de esta experiencia con historia, buen gusto, vanguardia y vinos de alta gama, surge una yapa inesperada, la Maison d ́Estournel, el lugar donde se hospeda la familia Reybier y que es posible reservar para vivir una experiencia de alto nivel. Otra historia con condimentos atrapantes que seguramente desarrollaremos en otra ocasión.
Llegó el momento de despedirnos, no sin antes echar una última recorrida a este museo tan alocadamente oriental. Al encender el auto, las sensaciones vividas se parecen mucho a la más completa felicidad.
Cos d ́Estournel
Cos S, 33180 Saint-Estèphe, Francia