A veces, es necesario tomarse un respiro. Tener una anomalía dentro de un itinerario, algún lugar que rompa con lo establecido, un cambio de estilo para poder ampliar con armonía , nuestro espectro de lujo y placeres.
En un país tan tradicional como Francia, sus ciudades y pueblos, muestran en su arquitectura impecablemente conservada, como el paso de los siglos se hace presente en sus calles, sus fachadas o sus imponentes castillos. Son los testigos de la historia, de la ilustración, llenos de detalles únicos con un encanto que hipnotiza.
Pero hay excepciones, y una de ellas es el Seeko´o Hotel, en el distrito histórico de Chartrons, que por su forma y aspecto hace pedazos la monótonía y la tradición.
Allí en una esquina, enfrente de los muelles del río Garonne, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aparece un "iceberg" esculpido en Corian, de color blanco, que nunca deja de impresionar.
Su nombre se inspira justamente en en los icebergs, que en lengua inuit se llaman precisamente "seeko'o".
Antes de entrar nos detuvimos en el frente para tocar su textura y apreciar de cerca ese blanco inmaculado, que al atardecer puede tener tonalidades rosas.
Para crear el efecto "iceberg" han sido utilizados innovadores paneles y fijaciones invisibles que permiten engancharlos. Esta piel exterior lisa y abstracta, le otorga una identidad casi de ciencia ficción al hotel.
En la esquina es donde más se acentúan su rectas y vértices. Un triangulo con una ligera inclinación, impacta con un diseño original, dinámico y enérgico dándole una forma similar a la proa de un barco.
Luego de ingresar, fuimos recibidos de una manera muy hospitalaria por Sèverine, quien dirige este 4 estrellas que bien podría ser escenario de alguna película tipo Star Wars. El front desk blanco, reproducía las formas del edificio, mostrándonos algo parecido a una réplica del mismo, pero sin ventanas claro.
Nos alojamos en una “Suite Executive BA-BA” una de las más requeridas junto con la denominada “Suite de diseño”. La originalidad de este bloque blanco exterior, era el hilo conductor de su interior.
Estábamos en el corazón del iceberg. La decoración en armonía con el concepto, nos mostraba contrastes cromáticos y texturas que se llevaban muy bien.
La suite estaba compuesta por una alfombra de tonos azules, sillones de diseño con tapizados verde manzana y patas de madera estilo Eames, mesas de luz con detalles curvos al igual que el mueble principal que contenía el frigobar, la cafetera de cápsulas y varios detalles de lujo acompañando a las fantásticas vistas del puente levadizo Jacques Chaban-Delmas, el más grande de Europa.
Se me ocurrió pensar que bien podría ser la suite de lujo de un transatlántico, o por lo menos la sensación era esa.
El baño, de concepto abierto, donde la Intimidad está pasada de moda, era el mejor exponente del cuarto en relación al estilo. El lavatorio era una columna blanca con polígonos casi idénticos al edificio en el que estábamos, a su lado,una ducha blanca con tecnología de avanzada y el techo, que daba sentido a la forma poligonal predominante, inclinándose hacia la pared exterior. La sensación visual de la falsa escuadra era muy interesante y divertida.
Este hotel de diseño atípico, tiene 45 suites de distintos niveles pero en todos los casos manteniendo los estándares internacionales de hoteles de lujo.
En el primer piso, justo en la proa del edificio, se encuentra el bar y el comedor. Allí nos dirigimos a la mañana siguiente.
El desayuno ofrecía muchas opciones: panes al mejor estilo francés, bollería exquisita, jugos naturales, yoghurts, fiambres, frutas de todo tipo, huevos, panceta ahumada, etc. Un detalle que nos llamó la atención: en un sector, el menú era “distinto”, con una imagen alegórica a un país en cuestión; pudimos saber que cada semana ese rincón ofrecía especialidades de algún lugar, en este caso, variadas exquisteces rusas.
Por la tarde, la propuesta del hammam era irresistible, pero el tiempo es tirano y sólo pasamos a echar un vistazo. Un lugar relajante con azulejos de mosaico y sillas largas para estirarse. El gimnasio con sauna y baño turco también nos quedaron pendientes.
Hicimos el correspondiente check out, para dirigirnos al estacionamiento (algo muy importante en Bordeaux si se tiene auto).
Al salir y alejarnos del imponente bloque, dimos una vuelta para apreciarlo desde otra perspectiva. Como sucede con otros edificios típicos de un lugar, esta magnífica construcción ya es parte del paisaje que identifica a esta bella ciudad.
Seeko’o Hôtel
154 Quai de Bacalan,
Bordeaux, Francia
www.seekoo-hotel.com