Llegamos a Bordeaux por la noche. El gps era nuestro farol para llegar a un lugar que nos inundaba de una sensación que mezcla misterio, historia y sofisticación.
Ya en Pessac, a unos 30 minutos del centro de Bordeaux, en una extensa finca de 32 hectáreas en medio de la ciudad, nos encontramos con nuestro destino. Al llegar, en la entrada ya se avistaba a unos metros el Château con su inconfundible aspecto medieval..
Hacía frío y siendo de noche no había nadie que nos reciba, simplemente entramos y estacionamos en el lateral del Château. Subimos las antiguas escalinatas, abrimos la imponente puerta de doble hoja y mágicamente el gran vestíbulo con unas pocas luces tenues, nos transportó a una época lejana. El clima se asemejaba a una película de suspenso. Allá al final se encontraba un pequeño escritorio que debía ser la recepción. No había nadie. Confirmado, estamos en un castillo, en la época medieval y todo puede pasar. Pero no, en ese instante apareció la recepcionista y volvimos a la realidad. Al darnos la llave, nos encontramos con un llavero de bronce, pesado, del que colgaba la diminuta llave, la experiencia medieval, sin dudas se ajustaba hasta el más mínimo detalle.
Ya en el cuarto, encontramos una decoración barroca, recreando su época de esplendor en la edad media, nos rodeaban paredes tapizadas con ornamentos dorados con fondo blanco (una alusión a la bandera papal?). A la derecha una chimenea con adornos chinos de varios siglos y varios miles de euros, apoyados sobre ella orgullosos. La cama por supuesto con baldaquino, sillas Luis XV haciendo juego con el tapizado y varios muebles de estilo, tanto en la habitación como en la sala contigua, donde un sillón invitaba a relajarse, saboreando un café de la máquina de cápsulas que formaba parte de los detalles.
Pero el detalle más importante estaba a punto de develarse. Junto a la cafetera había un par de platos que claramente tenían otro estilo; no estaba seguro, pero tenían cierto aire cubista… Pudimos confirmarlo al día siguiente al enterarnos que el arte de esos platos, ese estilo tan particular, eran ni más ni menos que obra del mismísimo Picasso. Obras originales con firma y sello en cada una de las suites, que despreocupadas se mostraban orgullosas ante sus huéspedes.
Al día siguiente, luego del desayuno, pudimos recorrer el Château. Con tan sólo 6 cuartos, este lugar no es un hotel de lujo, sino una experiencia memorable. El actual propietario es Bernard Magrez, dueño de otros 39 viñedos en todo el mundo y de La Maison de Bernard Magrez, un hotel y restaurant de 2 estrellas Michelin en el corazón de Bordeaux, el cual pudimos visitar hace uno años (Edición de Junio 2018).
En el recorrido pudimos apreciar entre tantas reliquias que iban incrementando nuestro asombro, obras de arte donde aparece el Papa Clemente V, una colección de violines Stradivarius, una carta escrita y firmada por Napoleón a su primo en 1813, una colección de cálices antiguos y un documento histórico que te deja sin habla: Dos libros enormes, protegidos con una cubierta de cuero, adquiridos al estado Papal de Roma. Estos Libros manuscritos, eran parte de los archivos secretos del Vaticano, pudimos ver en sus hojas el sello que lo corrobora. En estos tesoros de la escritura antigua está la prueba de que el Papa Clemente V siempre se opuso a la exterminación de la orden de los Templarios. Fascinante.
Podríamos seguir enumerando muchas más en todo el castillo, en cuartos, comedor, salas destinadas a reuniones de la familia Magrez; pero nos detendremos aquí. La visita a los viñedos no puede esperar más.
De la mano de un sommelier, recorrimos los viñedos, sus cavas, su historia, sus secretos y una reliquia más, tan importante como lo mencionado más arriba, esta vez en el medio del jardín: allí se encontraba un olivo traído y trasplantado aquí, que fue testigo de la batalla de Lugdunum en el año 193. Si, tiene 1827 años. Ya nada nos sorprende.
El viñedo es de 32 hectáreas y fue el mismísimo Papa el que comenzó por primera vez en la historia, la plantación de las viñas en filas. Entre estas filas, en ocasiones circulan caballos para trabajar el terroir de manera ecológica, ya que dañan menos el terreno, aumentando la calidad del suelo y por ende la calidad de la uva.
Recorriendo el establecimiento descubrimos que la elección de las uvas y su despalillado se hace en forma manual, de manera que la calidad del vino a partir de sus uvas sea altísima, obviamente el proceso es minucioso y exige mucho trabajo. Tanto aquí como en otras bodegas de primer nivel, el vino se embotella desde la pequeña botella de 375 ml hasta la extravangante Nabucodonosor de 15 litros.
A modo de museo, y en medio de los toneles donde descansa el vino, encontramos botellas muy antiguas, con las etiquetas erosionadas por el tiempo y el polvo que denota su largo reposo. Los más antiguos arrancan desde el principio del siglo XX, y a partir de allí, añadas de todos y cada uno de los años subsiguientes.
Primeramente los blancos: Un Grand Vin de Graves 2016, Le Pélat de Papel Clément, rico vino compuesto de 20% Moscatel, 40% Semillón y 40% Sauvignon Blanc. Frutos y taninos nobles con buen equilibrio, interesante para empezar. El que le sigue, ya es cosa seria, un Premier Grand Cru Classé 2012, Clos Haut-Peyraguey. Ya su color dorado intenso, anunciaba un sabor distinto, algo de miel y flores en nariz. Cremoso y delicioso. Realmente un gran vino. Por algo es un Premier Grand Cru Classé.
Pasamos a los tintos, allí nos encontramos con un Château Les Grands Chenes 2017. De color oscuro y agradable nariz , con aroma a frutos negros, denso, con cuerpo, equilibrado y agradable al final. 70% de Merlot, 29% de Cabernet-Sauvignon y 1% de Cabernet-Franc. Nos gustó mucho este vino.
Finalmente, el vino insignia del Château, por supuesto que se trata de un Grand Cru Classé de Graves, Château Pape Clément en este caso 2015. Si bien ya han pasado 5 años, este vino es claramente de guarda, se pondrá mucho mejor a los 10 años, 20 quizás, y aún así hoy es increible. Pimienta negra, frutos rojos y negros, vainilla y fundamentalmente madera. Con cuerpo, intenso. Sin dudas entre los mejores vinos de Bordeaux.
Luego de esta vorágine que mezcla, placer, felicidad, asombro, emoción e incredulidad, tenemos que partir. Saliendo por el portón de la finca, tuve ganas de quedarme un poco más, descubrir más secretos y contemplar su extensión. Unos kilómetros más allá, el gps me pedía un cambio de sentido. Al volver sobre nuestros pasos y admirarlo nuevamente, sentí que nuestro romance no terminaba.
Será cuestión de volver.
Château Pape Clément
216 avenue Dr Nancel Pénard, 33600 Pessac, France